EL MALECÓN DE LA HABANA
Viene de:
La habana Subterránea: esta es la música cubana
Al día siguiente sonó el teléfono a la hora acordada. Desperté. La cabeza me dolía. Sudaba a chorros, hacía mucho calor.
- Hola - era ella.
- Hola.
- ¿Estabas durmiendo?.
- Sí... y tengo un dolor de cabeza...
- Jajajaja... ¡te lo dije!.
- ¿Me lo dijiste?... no me digas... ¡te lo dije yo!... mezclar licores me produce dolor de cabeza... me vuelve mierda... ese tequila me mató.
- Sí, se te notaba.
- Uff... tú en cambio estabas entera.
- ¿Cómo?.
- Que estabas entera, que el tequila no te hacía ni cosquillas... a mí todo me daba vueltas.
- Jajajaja... ya ves... ¡viva el power mexicano!.
- Si, cómo no, ¡viva México cabrones!.
- ¡Si... que viva México!... la pasé chido... que noche tan divertida.
- Si... tremenda rumba... y tu eres tremenda rumbera.
- Jajajaja... si, me decías que era la rumbera mayor... jajajaja.
- ¿Te dije eso?.
- Si... ¿no te acuerdas?.
- No... no mucho... que pena.
- A poco que se te borró la cinta...
- Un poco... ¿dije algo indebido?.
- Mmmmm... dijiste muchas cosas.
- ¿Como que?... ¿te declaré mi amor eterno por una noche?.
- Jajaja... no, no llegaste a eso.
- Menos mal... tiendo a exceder la confianza cuando me emborracho de alegría. Me acuerdo que te lleve a tu hotel.
- Si... yo temía que no llegaras al tuyo... estabas muy alegre...
- Llegué, llegué... que bacana es La Habana.
- Si... ¿quieres que nos veamos o tienes mucho sueño?.
- Sí, sí, veámonos, claro, vamos a pasar una tarde habanera, bien habanera.
- Muy bien, ¿vienes o voy por ti?
- Paso por tu hotel.
A pesar del dolor de cabeza, del guayabo tan brutal, sentía una gran alegría, una felicidad que me invade cuando paso momentos de gran derroche de energía. La noche anterior el concierto había sido maravilloso. Que locura. La descarga hipnótica de ritmo caribeño cubano de Manolito Simonet pronto contagió a todos los que estábamos presentes en La Casa de la Música. La timba, música embriagante y lujuriosa, impuso un ritmo enloquecedor, de profundas raices africanas, que en sus cuerpos reproducían las cubanas, y al rato todos los que estábamos allí. Una cubana bailando es algo insuperable. Los movimientos sensuales y sexuales de las hermosas cubanas perturban cualquier entendimiento, contagian cualquier ambiente. Yo no pude permanecer sentado, ese ritmo no me dejó, así que invité a bailar a la chica del tatuaje. Desde ese momento todo fue puro vértigo.