BARRIO LA CANDELARIA
Fotografía tomada de: Bogotá nocturna
Viernes. Sonó el celular.
"Quiubo chino... ¿como así que llegó hace una semana?... ¿ya se pegó la rumba de bienvenida?"
Mi amiga Valentina.
"Hola Vale... no nada... me la he pasado buscando apartamento".
"¿Y ya encontró algo?... no me digas que vas a vivir otra vez en la 85, gwon.
"No, que va... voy a vivir cerca de tu casa, en Cedritos".
"¿De verdad?... bacanísimo... ¿y en donde?".
"Arriba del parque, a unas cuadras de tu casa".
"Mmmm.... bueno, hoy es viernes... ¿nos vamos de rumba?"
"Pues sí, ya es hora de la rumba de bienvenida."
"Juana me llamó, se va a pegar".
"¡Juanita!... uy, entonces la cosa se puso buena... otra vez rumba power, como en los viejos tiempos... ¿y como está ella?".
"Mas loca que nunca, terminó con el novio y está que se rumbea".
"Buenísimo, entonces tocará rumbiarse esta noche para que se le quite el despecho".
"¿Si?. ¿Se va a rumbiar a Juana?".
"Nos vamos a rumbiar los tres... como en los viejos tiempos".
"Ja, ja, ja, ja... claro, y usted feliz".
"Felices los tres, ¿o no?".
"Bueno chino, tengo mucho trabajo, yo salgo de aqui a las siete, ¿nos vemos a las siete y media?"
"Listo... encontrémonos cerca de tu oficina... en el corazon de la bohemia bogotana, frente a Escobar y Rosas... linda noche para un delicioso dry martini en Escobar y Rosas.".
"Ja, ja, ja, uy si parce, la bohemia bogotana... bien, nos vemos, no vaya a llegar tarde".
"Claro que no Vale"
Llegué a la avenida Jiménez con carrera cuarta mucho antes de las siete y media.
Ni Valentina ni Juanita estaban por ahí. La calle se estaba empezando a llenar de gente. Después de estar dos años lejos de Bogotá, lejos de Colombia, observaba todo como si fuera la primera vez. Pasaban manes pidiendo plata, paila mi hermano, estoy pelado, buscando camello. Llegaban unas niñas hermosísimas, vestidas con poquísima ropa, mostrando el ombligo, los bellos cuerpos, arrogantes, mirando mal, haciendo gesto de fastidio, creidísimas... las bogotanas. Escuchar su acento era música para mis oídos. Volver a sentir su animosidad natural, su frialdad, su falsa indiferencia era sentir de nuevo la motivación para romper esa pared de hielo.Sentía una agradable tensión. Pensaba en mis amigas, en tantas experiencias que habíamos vivido, tantas aventuras. ¿Cual había sido la mejor?... todas.
Tantas rumbas al máximo, descargando alegría, buena energía, sonriendo, bailando.
Bailando mucho, hablando de libros, de viajes, de vidas vividas o por vivir, de vidas soñadas, ellas hablando de manes, llenándolos de virtudes que luego ellos desmentían, siempre con la ilusión y el escepticismo del amor apasionado, desafiando, cómo no, ésta doble moral, los tres, cagados de la risa. Ellas dos, siempre de cacería, y yo, aguardando, también de cacería, observándolas, divertido.Valentina, mi gran amiga, una mujer de verdad, sin miedo a la vida, sin miedo a los límites, una mujer inteligente, apasionada. Recordé su cuerpo firme y delicioso y me entró el calambre llanero. No, mejor no pensar en eso.