
Fernando Vallejo, escritor, cineasta en sus años mozos. Hoy pianista. Gramático, biólogo. Sus libros "El Mensajero" sobre Porfirio Barba Jacob y "Chapolas negras", sobre Jose Asuncion Silva son obras fundamentales para entender la intensa vida cultural subterránea de Bogotá y Colombia durante los primeros años del siglo pasado.
Silva y Barba Jacob, así como Vargas Vila, fueron señalados, marginados y tratados de locos por sus contemporáneos colombianos. Fueron, así mismo, grandes críticos de los gobernantes de aquellos años. Escritores malditos, como ellos, Vallejo empuña la palabra. La sociedad colombiana no cambia, Colombia sigue gobernada por los descendientes de los mismos sinverguenzas, hampones y criminales dirigentes conservadores y liberales que tuvieron que soportar estos grandes malditos de nuestra literatura.
En su obra, irónica, crítica con nuestra atávica autocomplacencia, Vallejo crea un universo verbal que es un verdadero festín del lenguaje, de las ideas, del pensamiento, pero sobre todo del humor negro. Las calles de la Bogotá subterránea no están al margen de sus relatos en las fantásticas páginas de "Chapolas negras" y "El Desbarrancadero". Literatura de alto nivel.
Vallejo es un artista lúcido, sin concesiones con el arraigado conformismo, derrotismo y autocompasión enfermizas de la "cultura oficial" colombiana. Es un escritor que no ha perdido el sentido de la vergüenza y la dignidad. Cuando leo sus libros no se si reír o llorar. En mi humilde criterio es el mejor escritor colombiano de la actualidad. Cuando leo sus libros me siento un poco a salvo de nuestra decadencia, me siento un poco mejor, siento que no todo está perdido, que aún queda por lo menos la oportunidad de desbarrancarse en las palabras y a punta de palabra limpiarse un poco la mierda de este mierdero llamado Colombia.
Al hombre lo acusan de loco, de pantallero, como en el pasado a Silva, a Barba Jacob, a Vargas Vila. Colombia no ha cambiado. Seguimos siendo un país provinciano gobernado por sus terratenientes, que ahora serán los capataces de los verdaderos dueños: los gringos, quienes hace cien años, por los tiempos de Silva, empezaron a apoderarse de Colombia con el robo de Panamá. Hoy ya son los dueños.
Fernando Vallejo, misantropo, misógino, prefiere la compañía de los animales a la del ser humano. Mucha gente no lee porque para leerlo hay que pensar, porque pone ante nosotros, sin contemplaciones, la dimensión de nuestra decadencia, de nuestro patetismo.
Silva y Barba Jacob, así como Vargas Vila, fueron señalados, marginados y tratados de locos por sus contemporáneos colombianos. Fueron, así mismo, grandes críticos de los gobernantes de aquellos años. Escritores malditos, como ellos, Vallejo empuña la palabra. La sociedad colombiana no cambia, Colombia sigue gobernada por los descendientes de los mismos sinverguenzas, hampones y criminales dirigentes conservadores y liberales que tuvieron que soportar estos grandes malditos de nuestra literatura.
En su obra, irónica, crítica con nuestra atávica autocomplacencia, Vallejo crea un universo verbal que es un verdadero festín del lenguaje, de las ideas, del pensamiento, pero sobre todo del humor negro. Las calles de la Bogotá subterránea no están al margen de sus relatos en las fantásticas páginas de "Chapolas negras" y "El Desbarrancadero". Literatura de alto nivel.
Vallejo es un artista lúcido, sin concesiones con el arraigado conformismo, derrotismo y autocompasión enfermizas de la "cultura oficial" colombiana. Es un escritor que no ha perdido el sentido de la vergüenza y la dignidad. Cuando leo sus libros no se si reír o llorar. En mi humilde criterio es el mejor escritor colombiano de la actualidad. Cuando leo sus libros me siento un poco a salvo de nuestra decadencia, me siento un poco mejor, siento que no todo está perdido, que aún queda por lo menos la oportunidad de desbarrancarse en las palabras y a punta de palabra limpiarse un poco la mierda de este mierdero llamado Colombia.
Al hombre lo acusan de loco, de pantallero, como en el pasado a Silva, a Barba Jacob, a Vargas Vila. Colombia no ha cambiado. Seguimos siendo un país provinciano gobernado por sus terratenientes, que ahora serán los capataces de los verdaderos dueños: los gringos, quienes hace cien años, por los tiempos de Silva, empezaron a apoderarse de Colombia con el robo de Panamá. Hoy ya son los dueños.
Fernando Vallejo, misantropo, misógino, prefiere la compañía de los animales a la del ser humano. Mucha gente no lee porque para leerlo hay que pensar, porque pone ante nosotros, sin contemplaciones, la dimensión de nuestra decadencia, de nuestro patetismo.
Fernando Vallejo en el F 10, los diez años de la Revista El Malpensante.
Mas sobre Fernando Vallejo: la Wikipedia.