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martes, febrero 24, 2009

LO MEJOR DEL FLAMENCO EN NUESTRA CIUDAD: ANTONIO CARMONA EN BOGOTA

No todo puede ser oscuridad en éstos días en que el antes glorioso albiazul sucumbe al inmenso poder de las mafias del Chiqui García y Juan Carlos López, los dos dirigentes de Millonarios que están haciendo todo lo posible para acabar con el equipo.

No todo es rabia e indignación para los colombianos con conciencia que amamos la vida y no soportamos las cínicas mentiras cotidianas del narcoparaco Alvaro Uribe Velez en los medios de comunicación colombianos, ni la idiotez que se apoderó de un sector de la sociedad colombiana y bogotana.

A los que estamos al borde de la crisis en ésta inclemente lucha diaria por ganar dinero, amarrados a un sistema y unas convenciones difíciles de vencer nos llega un gran paliativo: ANTONIO CARMONA VIENE A BOGOTA.

Bogotá Subterránea recibe con los brazos abiertos y con todos los honores a éste inmenso músico andaluz que ha producido una música llena de ritmo y vitalidad, con el desbordante y apasionado ritmo flamenco al que es imposible resistirse. Música desmesurada que nos contagia la vida desmesurada de las noches gitanas de Madrid.




VENTE PA MADRID (1995)
ANTONIO CAMONA Y ANTONIO FLORES

Esta canción le pone el ritmo flamenco a las noches madrileñas y a las noches bogotanas, de la Bogotá subterránea. Noches como las de aquel verano del 2004 en Madrid, sin un peso, es decir, sin un duro en el bolsillo, pasando hambre y necesidades, trabajando en cualquier cosa, sobreviviendo, durmiendo en un rincón, pero feliz y libre de ataduras, convenciones y compromisos, sólo comprometido con la vida, siempre dispuesto al derroche de alegría en los bares y garitos de la bohemia madrileña, acompañado de gitanos, cubanos, brasileños, colombianos, cómo nó, y sobre todo andaluces.

Noches del verano del 2004 en las calles de Lavapiés, buscando el amor, el beso de consuelo de alguna madrileña sensible o alguna andaluza dispuesta a bailar y reir, o alguna catalana dispuesta a sonreír, o alguna húngara dispuesta a conocer el otro lado del mundo, o alguna holandesa dispuesta a dejarse seducir o alguna sueca entregada a las fuerzas telúricas del Mediterráneo. Noches de verano bailando salsa y flamenco hasta en las plazas al amanecer, noches de excesos al son del palmeo y de la guitarra. Noches para estar bien agustito.



AGUSTITO
KETAMA CON ANTONIO CARMONA
"Se que todo en ésta vida pasará
y yo nunca cambiaré..."

Antonio Carmona y el flamenco también suenan en las noches bohemias de Bogotá, por supuesto. Y sonarán con fuerza el próximo "juernes" 5 de marzo, cuando Antonio Carmona se presente con su prima Rosario Flores. Fiesta flamenca que no nos vamos a perder.

QUERIDO COMPARE ANTONIO, EN BOGOTA TE TENDREMOS PREPARADA LA FIESTA, LA GRAN RUMBA BOGOTANA CON LO MEJOR DEL DESMESURADO ESPIRITU DE ESTA CIUDAD ANDINA, LA SUPREMA E INIGUALABLE RUMBA POWER BOGOTANA QUE MERECE TU ESPIRITU FLAMENCO.

¡¡¡ÓLE COMPARE!!!

sábado, febrero 21, 2009

Las "Hazañas" del putrefacto Narco Ejército de Colombia

Todavía hay despistados que se creen el cuento oficial del "glorioso" Ejército de Colombia. 

Los que padecimos el servicio militar obligatorio y que sobrevivimos al lavado de cerebro, a las torturas físicas y psicológicas, a las amenazas para callar lo que muchos soldados vimos, vivimos e hicimos, para callar lo que sabíamos de las alianzas de altos miembros del narco Ejército de Colombia con mafiosos, narcos, paracos, políticos corruptos y toda clase de delincuentes, amenazas y torturas ejecutadas por cabos, tenientes, capitanes y demas criminales, oficiales y suboficiales de rango militar, soñamos con el día en que la sociedad colombiana se entere y tome conciencia de que para acabar con los males que azotan éste país el primer paso es acabar con ésta institución delictiva que está al servicio de las corruptas y criminales élites de nuestra sociedad. Institución que sólo ha servido para asesinar jóvenes e inocentes bajo el pretexto de la "lucha contra el terrorismo", desde tiempos inmemoriales, es decir, desde que fue reorganizado hace mas de cien años, luego del fin de la "Guerra de los Mil Días".

Para que éste día llegue y la sociedad civil se libre de ésta criminal institución, que tiene en su haber asesinatos de personalidades de la sociedad civil como Jaime Garzón, reproducimos la entrevista publicada en El Espectador, hecha al suboficial Edgar Paz, el ex-militar que amenazó con una granada porque el Ejército no le pagaba su pensión. En la entrevista relata las proezas que cometió en el Ejército en los años que perteneció a ésta institución delincuencial.

A continuación, entonces, las "hazañas" del "Glorioso" narco Ejército de Colombia.


Tomado de El Espectador.


El sargento retirado habla desde la cárcel

“Tengo las coordenadas de fosas del Ejército”


Por: Alejandra Rodríguez C.

Édgar Paz, el ex suboficial que retuvo durante horas a cerca de 20 personas en una oficina de Porvenir, ratifica sus denuncias.

Dice que fue condenado injustamente y que hizo parte del MAS por orden de sus superiores del Ejército. 

Cuenta que el MAS era financiado por los Ochoa e integrado por agentes de inteligencia.

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El sargento (r) Édgar Paz

Foto: Daniel Iannini.

Después de recibir una condena de más de 16 años, el hombre que atemorizó con una granada a una veintena de personas en una sede de Porvenir, en Bogotá, reaparece para ratificarse en las denuncias que hizo el 21 de mayo de 2008 sobre graves irregularidades en el Ejército. El sargento (r) Édgar Paz, desde la cárcel La Picota le contó en detalle a Elespectador.com su trágico periplo por la entidad castrense.


¿Se arrepiente de haber amenazado a esas personas con una granada?

Sí, yo no pensé en las consecuencias. Vi que el Gobierno le estaba ayudando a la guerrilla; eso me dio rabia, porque en el Ejército me enseñaron que ellos eran el enemigo. Para eso fui entrenado. Me pareció injusto que después de 17 años de trabajo estuviera pasando hambre, mientras los desmovilizados tenían privilegios.


¿Cómo fue ese día?

Fue improvisado, por el desespero, por la injusticia.


¿De dónde sale la granada?

En 1988, en un combate con la guerrilla, quedó esa granada fallida. Durante el combate tiran la granada pero no estalla. Yo le puse el seguro, la revisé, le quité la espoleta y la guardé como recuerdo. No servía.


¿Cómo termina en esa oficina de Porvenir?

Siempre iba. De allá me mandaban para el Comando del Ejército y así. Nadie se ponía de acuerdo para pagarme la pensión. En esas duré ocho años. Un día agarré la granada y me vine para Bogotá. En Porvenir me dicen otra vez que no han solucionado nada, entonces la saqué. Lo hice por la sicosis de guerra, yo fui entrenado para combatir y se me vino todo eso a la cabeza.


¿Pero usted redactó un comunicado con una denuncia?

Lo redacté un día antes en Santa Marta. Me acosté a dormir pensando en la situación que estaba, mi mamá estaba enferma de trombosis y yo no tenía dinero. Yo sufría pesadillas y gritaba dormido. Ese día oré y soñé que tenía que denunciar a los autores intelectuales de todas las misiones que yo cumplí como cabo segundo. Las cosas que yo hacía por orden de los comandantes.


¿Qué misiones?

Por ejemplo, cuando secuestraron a Martha Nieves Ochoa, hermana de los Ochoa (narcotraficantes de Medellín). El M-19 les pidió cierta cantidad de plata a Fabio y a José Luis a cambio de la libertad de su hermana. Pero ellos dijeron que antes de pagar preferían montar un grupo. Así nace el MAS (Muerte A Secuestradores), un grupo que estaba integrado por puros miembros del batallón Charry Solano.


¿Quiénes los entrenaban?

Vino Yair Klein (mercenario israelí), nos entrenó. Eso lo tiene la Fiscalía y la Procuraduría. Cuando él vino se montó el centro de operaciones en la Finca las Margaritas, en la salida a la Autopista Norte. Allí se cumplían muchas ‘misiones’ que no eran propias del Ejército.


¿Por qué la justicia no ha hecho nada con sus denuncias?

No sé. Yo me he ratificado. Fueron cosas que se hicieron en esa época, cuando el Ejército operaba como quería.


¿Lo han amenazado?

Claro. Cuando estaba en la Modelo llegaron tres tipos un sábado haciéndose pasar que iban a buscar a otra persona y me dijeron que si no me callaba ellos me callaban. Al día siguiente llegó un preso y me dijo que el ‘cacique’ del patio había dicho: “Estamos esperando que nos consignen la plata para hacerle la vuelta al sargento”. Yo hice un informe al Inpec y me trasladaron para la Picota.


¿Y quién tiene conocimiento de esas denuncias?

La Fiscalía, mi abogado Harvey Prada y la Defensoría del Pueblo.


¿Cómo cree que va a terminar este proceso?

Estoy esperando que se aclare lo de mi juicio. Porque el juez que me condenó fue injusto. Sólo escuchó lo que dijo el Fiscal y la prueba de la defensa no la tuvo en cuenta. El examen siquiátrico decía que yo sufría de trastornos mentales, que soy una persona que debido a los combates padezco de sicosis de guerra y que yo necesito tratamiento.


¿Y eso no desvirtúa sus denuncias?

No, porque las denuncias que yo hice son cosas reales. Tengo pruebas.


¿Esas pruebas las conoce la Fiscalía?

Acá estuvo una fiscal de la unidad de DIH y me mostró una lista, con unos nombres, lo que nosotros llamamos ‘muñecos’ (muertos). Yo le dije: sí, ése murió en tal parte, a tal hora y coincidía con los datos que ella tenía. Por ejemplo, me mostró un nombre y yo le dije que esa operación se hizo en el barrio La Chinita, en Apartadó. Y cuando corroboró, se dio cuenta de que yo decía la verdad.


¿Qué le dijo usted a esa fiscal?

Que para hablar necesito que se garantice mi seguridad. Le dije: “Si necesitan pruebas, yo hasta los puedo llevar a una o dos fosas comunes del Ejército, donde van a encontrar tres o cuatro muertos. Pero antes me tienen que sacar del país.


¿Cuánto tiempo duró involucrado en el MAS?

Desde el año 79 hasta el 84.


¿Lo destituyeron del Ejército por su relación con el MAS?

No. Yo era comandante y la guerrilla se metió en la base donde yo estaba, mataron 14 soldados, se llevaron el armamento. Me destituyeron porque no tomé las medidas para prevenir el desastre. Pero eran como 300 guerrilleros y yo tenía como 27 soldados. Me destituyen el 4 de julio de 1990.


¿Y por qué espera tanto tiempo para hacer la denuncia del MAS?

Porque al poco tiempo me reintegran, pero me vuelven a destituir en el año 2001.


¿Y por qué lo reintegran?

Esa es la pregunta del millón.


¿Quizás porque usted tenía mucha información?

Sí.


¿Y cómo logra que lo reintegren?

Estaba en una mala situación, porque nadie me recibía para trabajar. Ya tenía 34 años. Me entero por Telecaribe que mi general Iván Ramírez es el comandante de la Primera División. Como él trabajó conmigo en el batallón Charry Solano, el era capitán y yo era cabo primero, lo fui a buscar. Le dije que me ayudara. Él cogió un radio y llamó a Mario Montoya que en ese tiempo era coronel. Le habló de mí y Montoya se acordó de inmediato. Dan la orden para que me nombren como empleado civil. Al siguiente día ya estaba la orden administrativa para trabajar.


¿Fue fácil convencerlos?

No, el general Iván Ramírez primero se me cerró a la banda, me regaló $100 mil y me dijo que no me podía ayudar. Yo le dije: “Yo puedo denunciar todo lo que ustedes me pidieron hacer cuando eran mis comandantes, todo lo que yo sé”.


¿Qué cosas?

Por ejemplo, las torturas.


¿A quiénes?

Principalmente a guerrilleros del M-19.


¿Cómo nació el MAS?

Financiado por los Ochoa e integrado por miembros de inteligencia del Ejército. Cuando se acabó el MAS seguí mi servicio normal.


¿De qué se arrepiente?

Una vez en un interrogatorio el ‘man’ se ‘ensució´ en los calzones, entonces se le metió la pistola en la boca. Después se tiró el cuerpo en Monserrate. Yo presencie todo.


¿En esas misiones cayeron personas que no fueran guerrilleros?

No, todos lo eran.


¿Nunca se equivocaron?

Una vez fuimos a una misión en el Parque Salitre. Nos pusimos a jugar fútbol y cuando llegaron a reunirse, los capturamos. Eran cinco, pero después nos dimos cuenta que del M-19 sólo eran tres. Pero los otros, que se supone que eran inocentes, por andar con ellos ‘llevaron del bulto’. Algunas veces caían los que sí eran y a veces también inocentes.

domingo, febrero 08, 2009

La crónica de Daniel Samper sobre la liberación de los soldados secuestrados por las FARC

A continuación reproduzco la crónica que Daniel Samper publicó el domingo 8 de febrero de 2009 sobre la liberación de cuatro soldados, secuestrados por las FARC. En el relato podemos ver, en toda su dimensión, el nivel de mentira, cinismo y engaño de éste gobierno narcoparaco con los estúpidos colombianos, y la calaña del "general" Fredy Padilla, "comandante" del narco Ejército de Cololmbia.

Gobierno uribista, militares, guerrilleros: un asco con el que hay que acabar. Viva la Sociedad Civil.

Crónica de una liberación en peligro, por Daniel Samper, miembro de comisión que trajo a uniformados

Los sobrevuelos militares realizados en el Caquetá durante la entrega de cuatro rehenes de las Farc tiñeron de sospecha la operación y casi impiden su liberación.
Supimos que la operación estaba en problemas poco después de aterrizar en un paraje de la selva, a las 9:05 a.m. del domingo pasado.
-¿No oyen ruidos de avión? -preguntó muy serio uno de los guerrilleros que acababan de dar la bienvenida a la comisión encargada de recuperar a cuatro miembros de las Fuerzas Armadas en poder de las Farc. "Rehenes", los llama la Cruz Roja; "prisioneros", los denomina la guerrilla.
Iban a ser los primeros de seis que la guerrrilla estaba dispuesta a liberar como "gesto humanitario" gracias a las gestiones de Colombianos y Colombianas por la Paz (CPP), un grupo de miles de ciudadanos encabezados por la senadora Piedad Córdoba que propone un camino negociado para finalizar la guerra.
No. No habíamos oído ruidos de avión porque lo impedía el estrépito de las aspas del helicóptero de la Fuerza Aérea Brasileña que nos trasladó allí a los dos delegados de la Cruz Roja (CICR), el médico de la institución, Pierre Hoffer, y los cuatro garantes de CPP, con Piedad Córdoba al frente. Pero, silenciadas las aspas, el zumbido alto, constante y lejano de los aviones se escuchaba a la perfección. Solo lo interrumpían los cantos de un pájaro mochilero en un árbol vecino.
-Son aviones del Ejército -explicó el jefe del pequeño grupo de once guerrilleros-. Están rondando desde ayer y hoy no han parado.
Alguien preguntó, esperanzado, si no correspondería a vuelos comerciales. Pero ya sabíamos que solo se realizan cuatro al día desde Florencia, nuestro punto de despegue antes de que Piedad revelara las coordenadas del sitio donde pensábamos hallar a los guerrilleros.
-Los aviones comerciales vuelan más bajito y no dan vueltas sobre nosotros -explicaron los de las Farc, que han aprendido en la selva a aguzar al oído frente al peligro-. Son aviones espías de la Fuerza Aérea, aviones plataforma de los gringos.
Existía un acuerdo con el Gobierno Nacional en el sentido de que, durante el día de la liberación y parte de la víspera, se suspendería todo vuelo militar. El acuerdo no se estaba cumpliendo.
-En estas condiciones -añadió el jefe guerrillero con serenidad pero con firmeza-, la entrega de prisioneros está suspendida.
Enseguida entregaron unas flores a Piedad y nos repartieron gaseosas a todos. Hablamos con los delegados de la Cruz Roja. Estaban tan sorprendidos como nosotros por esos ominosos vuelos que no cesaban de rugir desde el cielo nuboso.
¿Qué hago yo aquí?
Yo había aceptado ser garante del proceso de rescate de seis rehenes en tres sitios distintos del país durante casi una semana porque me lo pidieron los directivos de Colombianos por la Paz. Respaldado por El TIEMPO, me quité la camiseta de periodista para cumplir esta misión y vestí la de observador imparcial. Con la aprobación del Gobierno, la Cruz Roja y las Farc (como todos los demás participantes), me había subido el viernes 30 de enero al avión que nos llevó a la base de São Gabriel de Cachoeira, en Brasil; un día después había regresado a Colombia en un helicóptero Cougar de los brasileños para recuperar los secuestrados. Formaban así mismo parte del equipo de CPP, junto con Piedad, el periodista Jorge Enrique Botero y la discreta e inteligente directora de la Casa de la Mujer, Olga Amparo Sánchez.
Sabía, por abogados a quienes consulté, que ser garante no es un honor, sino una responsabilidad que goza de estatus jurídico en los convenios internacionales. El garante vigila que se cumplan las reglas de juego. Si todo sale bien, es un paseo. Si algo falla, su tarea puede convertirse en una pesadilla.
Allí, en las selvas del Caquetá, mi paseo como garante estaba a punto de convertirse en pesadilla. Abrí bien los ojos y preparé la libreta de apuntes, pues, a las 10 a.m., como los vuelos no paraban, la misión era un fracaso. La guerrilla, inquieta por la sombra de esos animales metálicos que vigilaban desde lo alto, ya no iba a entregar a los agentes de Policía antisecuestros Wálter Lozano, Juan Fernando Galicia y Alexis Torres, ni al soldado William Giovanni Domínguez. Temiendo una trampa, las Farc se habían replegado.
Sobrevuelos ominosos
A través de un poderoso teléfono satelital, Thierry Grobet, adjunto al jefe de la Cruz Roja en Colombia, buscó al Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo. El celular estaba desconectado. A las 10 y 47 los vuelos seguían y Grobet -suizo casado con colombiana- se comunicó con sus superiores en Bogotá y pidió enterar de la crítica situación a Juan Manuel Santos, ministro de Defensa. Grobet era el responsable inmediato de nuestra misión. Christophe Beney, su jefe, intentaría hablar con Santos y nos contaría el resultado de la gestión.
Quedamos a la espera. Los vuelos continuaban. Todos los oíamos. Ya completaban por lo menos hora y media. ¿Un avión? ¿Dos? Difícil saberlo. Pero hasta los más bisoños nos dábamos cuenta de que no eran viajecitos de Satena.
Un rato después, Christophe llamó e informó. Había hablado con el Ministro y este, sin atribuirles mucha importancia, reconoció que se trataba de aviones militares de la Base de Tres Esquinas. Pero que inmediatamente ordenaría suspenderlos. Quince minutos después, el ruido había desaparecido.
Esa noche, al llegar con los cuatro ex rehenes a Villavicencio, nos enteramos de la confusa situación: el Comisionado negaba que hubiera habido vuelos, pero Santos reconocía que sí y hablaba de un acuerdo para operaciones militares aéreas por encima de los 20.000 pies. A su turno, el general Freddy Padilla, comandante de las Fuerzas Armadas, hizo chistes en el sentido de que nosotros estábamos en "un pic nic con las Farc" y aducía que se trataba de "vuelos humanitarios" para proteger a los comisionados de la Cruz Roja en caso de emergencia.
(Respetuoso mensaje al general Padilla: no son chistes lo que un ciudadano espera en tan dramáticos momentos de una autoridad como de su categoría. Hicimos cuanto pudimos para rebajar el ambiente de inseguridad creado por los aviones militares. Y lo logramos. En cuanto a los "sobrevuelos humanitarios", el General sabía bien que el segundo helicóptero brasileño estaba listo en Florencia para acudir ante cualquier eventualidad. Para eso no se necesitaban sobrevuelos).
Los compañeros de la Cruz Roja, hoy puedo decirlo, estaban tan estupefactos como nosotros. ¿Hubo acuerdo para que volaran aviones militares por encima de determinado punto? Patricia Danzi, jefe de operaciones latinoamericanas de la CICR y presente en el escenario selvático, me dijo: "He asistido a muchas misiones parecidas a esta en varios países del mundo. Jamás, por ningún motivo, la Cruz Roja permitiría aviones militares en una operación tan delicada".
El ruido de los motores se había silenciado, pero sus efectos eran devastadores. La guerrilla, oliendo una celada, se hallaba replegada y escondida. Pese a su coraza diplomática, los miembros de la Cruz Roja no podían ocultar su disgusto e inquietud. Los miembros de CPP estábamos convencidos de que se trataba, en el mejor de los casos, de un aprovechamiento indebido que hacía el Gobierno de las circunstancias y, en el peor, de una tarea de hostigamiento que buscaba el fracaso de la entrega para inculpar de ello a las Farc y hacernos quedar en ridículo a los demás.
Ni siquiera ahora podría decir qué se proponían los vuelos. Si fue un error de buena fe, es tan burdo que merece establecer culpas por omisión. Si fue un acto deliberado, alguien tiene que responsabilizarse. De todos modos, considero mi deber que el país sepa lo que pasó.
La misión se restablece
En ese momento la liberación estaba embolatada y habíamos perdido tres valiosas horas. La consigna de todos fue optar por el sosiego, seguir adelante y convencer a las Farc de que había garantías suficientes para culminar con éxito la operación.
Nos tranquilizaba saber que estaban allí los militares brasileños con su helicóptero en medio de la manigua. Su presencia tranquila y profesional era un aval para continuar.
La guerrilla atendió las razones de quienes insistíamos en no presentarnos en Villavo con las manos vacías y algún jefe, por un radio especial, comunicó al grupo de recepción que nos condujera hasta donde se hallaba el destacamento grande. Cuatro guerrilleros desarmados subieron al helicóptero y a las 12 y 36 partimos con el rumbo que uno de ellos indicó al piloto. Fue un viaje corto hacia un sitio desconocido. Empezamos a aterrizar en un paraje de colinas rodeadas de matas de monte. Con gran sorpresa vi que alguien filmaba nuestro arribo: en medio del huracán que desataban los rotores, reconocí a mi colega Hollman Morris al lado de un camarógrafo.
Nos recibieron en forma amable los comandantes Jairo Martínez y Luis Emiro Mosquera. Estábamos rodeados por dos cordones de guerrilleros bien uniformados, jóvenes y armados poderosamente. Eran quizás cien o más de cien. Abundaban las mujeres. Un cordón cercano rodeaba la zona de aterrizaje y veíamos la silueta más lejana de los del cerro como ven los vaqueros solitarios el perfil de las formaciones abrumadoras de sioux en las películas del Oeste.
Bajo un tenderete de lona, y sentados en sillas de plástico que aún tenían marcas de propaganda electoral, conversamos con Martínez y Mosquera. De manera enfática protestaron por los sobrevuelos y expresaron su temor de que el Gobierno los estuviera engañando. Hablaron de un enfrentamiento reciente en la vereda Doce de Octubre que dejó un guerrillero muerto y otro desaparecido. "Aún estamos aquí -nos dijeron a Piedad y compañía- por ustedes, los representantes del grupo de ciudadanos por la paz." Nosotros entendimos que ese voto de confianza conllevaba una seria responsabilidad pero podía ser, al mismo tiempo, el instrumento para liberar a los muchachos de la Policía y el Ejército, a pesar de la anómala situación que vivíamos.
No creo necesario revelar detalles de la charla entre los jefes guerrilleros y la Cruz Roja, que conocí como garante, pero es importante decir, para entender la situación, que las Farc manifestaron haber perdido la confianza en esa institución internacional.
Enseguida nos hicieron oír una grabación que, según explicaron, había captado horas antes uno de sus radios. En ella, la base (¿Tres Esquinas?) se comunicaba con un piloto, enmendaba unas coordenadas, insistía en fotografiar cuatro puntos y planteaba adelantar "una búsqueda sobre tierra". La palabra "tierra" implica infantería, y los jefes de las Farc temían que el Ejército ya estuviera tratando de localizar al grupo que iba a entregar a los rehenes.
Fue en ese momento cuando Botero consideró que la situación era crítica y cometió el error, sin consultar a nadie, ni siquiera a sus compañeros de grupo, de emitir un flash noticioso que alertara sobre el estado de cosas.
La batalla contra el reloj
La Cruz Roja relató el episodio con el ministro Santos y nos dispusimos a conversar y esperar. Los miembros de CPP les expusimos los ideales de justicia social que compartimos con ellos, pero condenamos con toda claridad sus métodos: el secuestro, la lucha armada, la muerte de inocentes. Así lo hemos hecho en nuestras cartas a las Farc a favor de un acuerdo humanitario, llave que abrió la entrega de estos rehenes. Nos oyeron con respeto y presentaron también sus puntos de vista. Contaron historias escalofriantes, como la de la familia del propio Jairo Martínez, asesinada en su presencia cuando niño por los chulativas en Planadas (Tolima).
Las horas pasaban. Nos ofrecieron sancocho y gaseosas. Pienso que la guerrilla había enviado algunos grupos de avanzada para verificar si se registraba movimiento de tropas y, de todos modos, quería alargar la tarde lo más posible en compañía de nosotros, los brasileños y la Cruz Roja. Nuestra presencia los amparaba. La noche es aliada de quienes se esconden en la selva. Por eso casi nunca caminan de día.
Esta aspiración estratégica, totalmente comprensible dado el ambiente de sospecha e incertidumbre creado por los sobrevuelos, conspiraba contra nuestros relojes. Para realizar un vuelo seguro de dos horas -distancia calculada hasta Villavicencio- necesitábamos volar con luz de día, aunque fuera crepuscular. Salir después de las 4 p.m. implicaba un riesgo.
Lo peor es que aún estaba en alerta el grupo guerrillero y en suspenso la liberación. Nos dedicamos entonces a reconstruir un ambiente que rebajara las tensiones. Mosquera, un antiguo dirigente sindical comunista que se refugió en las Farc porque estaban asesinando a sus colegas, quiso que le oyéramos sus composiciones: nos cantó una ranchera, una guasca y un pasaje llanero. (Más tarde oímos también al soldado Domínguez, que interpretó una canción compuesta bajo las cadenas de su atroz cautiverio de dos años. Era distinta a la que cantó por televisión esa misma noche).
Por petición de Martínez, Piedad saludó de mano a muchos guerrilleros. Ya eran las tres y media. Nos estábamos pasando del límite, porque la guerrilla exige dos horas de espera después de su salida; necesita tiempo para dispersarse y esconderse. Piedad explicó la situación a los dos jefes y les propuso que aceleraran la entrega de los rehenes y nos rebajaran el plazo de espera a solo una hora. De lo contrario, un vuelo nocturno por los farallones orientales nos exponía a todos. Martínez y Mosquera aceptaron.
Poco después aparecieron con los cuatro muchachos, que abrazaron emocionados a Piedad y luego a cada uno de nosotros. Parecía increíble, pero habíamos logrado liberarlos. En ese momento llegaron noticias de que había "movimientos raros" en veredas cercanas (finalmente no fue así, pero era imposible saberlo entonces). Con rapidez, los hombres de las Farc formaron, cantaron su himno y se despidieron. Cinco minutos después no quedaba un solo guerrillero. Cincuenta y cinco más tarde salimos con los antiguos cautivos hacia Villavicencio. Hollman Morris pidió a la Cruz Roja que lo subiera al helicóptero con su camarógrafo, pero el delegado consideró que violaría los protocolos del viaje.
Llegamos a las 6 y 53, con la alegría de entregar los muchachos a sus familias tras una jornada de nervios y tensiones. Pero el día aún no había terminado para nosotros.
Noche de vetos
Nos esperaba una reunión con el Comisionado de Paz en una oficina del aeropuerto. Quería reclamar por la noticia que había emitido Botero, algo de lo que nos enteramos en ese momento. La ocasión era oportuna, porque nosotros también teníamos reclamos que hacer, como garantes, por la insólita interferencia de los sobrevuelos militares. Acudimos a entrevistarnos con Luis Carlos Restrepo y sus tres asistentes. Estábamos presentes, además, los dos delegados de Cruz Roja y los cuatro de CPP. Restrepo pidió que habláramos con franqueza y cedió la palabra a Piedad.
Esta explicó la indignación que nos produjo la situación creada a despecho de todos los acuerdos y dejó claro que, si se había podido entregar minutos antes los cuatro cautivos a oficiales del Ejército y la Policía, era debido a la labor de convencimiento realizada por nosotros, a la garantía que ofrecía la presencia de los brasileños y al trabajo de la Cruz Roja. Luego me pidió que hablara yo.
Le anuncié a Restrepo que iba a ser tan claro como la situación exigía. Protesté por la irresponsabilidad de los sobrevuelos y dudé de que fueran una acción inconsulta del general Padilla.
-Sus palabras son muy duras- me reprochó Restrepo.
-Lo que ustedes hicieron es más duro- le repliqué, más o menos-. Yo no vine aquí de florero, sino a cumplir un deber. Este deber es denunciar y contar lo ocurrido y exigir garantías para las próximas operaciones de liberación.
La Cruz Roja también expuso sus opiniones y luego habló Restrepo. Dijo que, por instrucciones del Presidente, quitaba el respaldo a la presencia de Botero en la comisión y mencionó lo del avance noticioso y el efecto de zozobra que había producido. Piedad, Olga Amparo y yo pedimos unos minutos para reunirnos con Jorge Enrique. Oímos su explicación y consideramos que las circunstancias de zozobra atenuaban su responsabilidad, pero le reprochamos haber violado la promesa de solo emitir información tres semanas después y le pedimos que ofreciera disculpas públicas y se abstuviera de nuevas trasgresiones de los protocolos acordados. Botero aceptó su error ante todos los de la misión y se comprometió a consultar cualquier duda con Grobet. Así las cosas, lo respaldamos y pedí la palabra para que el Comisionado intercediera a fin de que el Presidente le levantase el veto.
Botero nunca escondió su condición de periodista; siempre anduvo con la cámara en la mano; pidió permiso para grabar un documental y todos se lo dieron: el Gobierno, la Cruz Roja y las Farc. Cometió un error, ciertamente, pero fue producto de la situación de tensión que crearon los sobrevuelos.
-Estas misiones deben tener un registro histórico -añadí-, y al bajar Botero, se perderá el registro. Sería aconsejable que el Presidente reconsiderara su veto a quien ya reconoció su error.
Mientras el Comisionado se alejaba a consultar con el Presidente en otra oficina, supimos por Botero que algunos de sus colegas lo estaban criticando tanto como el Gobierno, y nos preguntábamos qué suerte estaría corriendo Morris. De todos modos, había que prepararse, porque al día siguiente saldríamos a recibir a Alan Jara, un político llanero secuestrado por las Farc en el 2001 que goza de enorme simpatía.
Pero la ilusión de recuperar a Jara se vino a pique en pocas horas. El Comisionado señaló que el Presidente no solo no levantaba a Botero el veto (no usó esta palabra: era muy fuerte) sino que lo extendía a mí. Yo también había perdido la confianza del Gobierno. No podíamos creer que a una argumentación mía, Uribe respondiera con un nuevo veto. ¿La explicación?
-El Presidente dice que esto se está volviendo un espectáculo periodístico-.
La consigna fue: continuar
La disculpa era indignante. Le dije con vehemencia a Restrepo que si tenía alguna queja contra mí como garante, que la expusiera de inmediato, porque yo consideraba haber cumplido mi misión con absoluto rigor. Lamentaba mucho si mi deber de denunciar violaciones a lo acordado, como los sobrevuelos, le molestaban o no. Al no haber reproche alguno por mi trabajo como garante, y ya que Uribe hablaba de "espectáculo periodístico", parecía claro que me vetaba por ser periodista. Agregué, más o menos: "Como periodista, me tiene sin cuidado el veto de este o cualquier gobierno". (Para un periodista que se respete, el veto oficial de un gobierno es un diploma de independencia). "Pero nuestra meta es sacar a los rehenes, así que me haré a un lado desde este momento y colaboraré con mi silencio hasta que logremos nuestro propósito."
Le pedí que enviara al Presidente el mensaje personal de que había cometido una "profunda injusticia". Quise decir atropello o infamia, pero me moderé.
Restrepo ratificó que solo estaba en pie la credencial de Piedad y en un limbo la de Olga Amparo, a quien no había cómo descalificar. Eran más de las nueve cuando se levantó la reunión.
Unas horas más tarde, al ver desde el hotel el "espectáculo periodístico" del Presidente con los muchachos que acababan de salir de su cautiverio, nos enteramos de que Piedad también había sido vetada por el Gobierno.
El lunes supe que el Presidente había comentado que nunca habló con Restrepo de vetos personales ni recibió entre las 7 y las 10 p.m. ninguna llamada del Comisionado. ¿A quién creerle?
A pesar de todo, acordamos insistir -decisión que apoyaron los miembros de CPP llegados a Villavicencio-, terminar la misión aunque tuviera que ir sola Piedad, abstenernos de todo comentario hasta recuperar al último secuestrado, y mantener abierto el camino de un acuerdo humanitario.
Así ocurrió dichosamente el jueves y, de nuevo con la camiseta de periodista, puedo ahora contar lo que pasó durante aquellas difíciles horas.
DANIEL SAMPER PIZANO

martes, febrero 03, 2009

¡¡¡¡BIENVENIDO A LA LIBERTAD PROFESOR ALAN JARA!!!!

Bogotá Subterránea celebra con emoción la liberación del Profesor Alan Jara, ex-gobernador del bello departamento del Meta, secuestrado por las NARC (Narcos Autodenominados Revolucionarios Canallas).

Alan Jara, LLANERO DE VERDAD, un hombre íntegro, político como muy pocos en éste país, que en su momento prefirió quedarse con los soldados secuestrados, a quienes enseñaba ruso e inglés, a ir con el grupo de políticos secuestrados que serían liberados. Lamentamos que el tío Alberto, fallecido de cáncer, y el primo Albertico, falso positivo, asesinado por el narco Ejército de Colombia, no puedan presenciar la liberación de éste hombre que en su momento hizo tantas cosas por el Departamento del Meta y trajo un aire fresco a la vida política de éste rico departamento, invadido de políticos liberales y conservadores corruptos y criminales.

Profesor Alan Jara, en la Bogotá subterránea lo recibimos con los brazos abiertos y esperamos que muy pronto pueda venir a Bogotá para recibirlo y homenajearlo como se merece.





ALAN JARA EN LIBERTAD

"...pareciera que al Presidente le conviene que la guerra y a las Farc que Uribe esté en el poder..."
Palabras de alan Jara en la rueda de prensa, luego de su liberación (3 de febrero de 2009).

FOTOGRAFIAS TOMADAS DE LA PAGINA WEB DE EL ESPECTADOR