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viernes, mayo 08, 2009

EL POETA MEXICANO JOSE EMILIO PACHECO EN BOGOTA

El Poeta Mexicano José Emilio Pacheco ha sido premiado una vez más, para fortuna de la justicia divina, que no ha abandonado a uno de los grandes poetas latinoamericanos vivos. Ha ganado el Premio Reina Sofía 2009, premio recibido con alegría por los bogotanos amantes de la poesía, a pesar de provenir de los decadentes reyes de España, para paliar un poco la nauseabunda mierda paraco uribista que se apoderó de las instituciones colombianas y de la mente y corazón de la malparida "gente de bien" de nuestro país.


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EL POETA MEXICANO JOSE EMILIO PACHECO


Los bogotanos amantes de la poesía y de la vida, que frecuentamos los permanentes recitales poéticos en los bares bogotanos (agradecida actividad lúdica, única en su especie, que desata en las noches bogotanas la magia y el misterio de las palabras para generar hecatombes de rumba, amor, y sexo mezcladas con un buen vino tinto o con el dulce aguardiente) algunas veces nos hemos encontrado con los poemas de éste gran poeta mexicano, en boca de algún bardo ocasional, que siempre nos llevan a vivir experiencias sublimes y profundas, conmovedoras hasta la sangre y el aliento, que a muchos nos dejan el dulce y diluído sabor de una certeza: "no todo está perdido", y nos recuerdan la verdad del poder de la palabra.

Me encontré con los poemas de Jose Emilio Pacheco una noche, hace mas de diez años, en un recital en el bar "Galería Café y Libro" que está al lado de la Universidad Católica. Aquella noche, con ganas conquistar a alguien que no me daba ni la hora, escuchaba el recital, dolido por el despecho y embriagado de ron y poesía. Al final, el poeta se despidió con éste poema de José Emilio Pacheco:

BOGOTA

Dura ciudad entre las dos montañas.
La niebla
hace más real lo que sucede aquí abajo.

"Mierda", pensé, "¡que poesía!". La chica no fue mía, pero el poema sí. El poder de las palabras nos fue revelado esa noche a todos los que no seguimos siendo los mismos después de escuchar éste poema. "De repente las palabras son como los números", pensé, y desde ese momento las palabras, los números y la rumba marcaron la ruta de mi vida.

Como un poseso me desboqué en la biblioteca de la Universidad Nacional tras los libros de éste poeta mexicano. Era mi penúltimo año de carrera, estaba buscando tema para la tesis, razón por la cual me apliqué una intensa dieta de libros de ingeniería, matemáticas, estadística y poesía de Jose Emilio Pacheco. Me había apasionado por una estudiante de literatura llamada Alejandra que había conocido en un curso libre de Poesía Latinoamericana que había tomado ese semestre, por recomendación del psicólogo de la universidad, ya que eso "me ayudaría a abrir mi círculo de amistades y alejarme de Carolina". Valga recordar que Carolina fue una novia que tuve en mis años universitarios, que casi acaba con mi vida, cuyas dolorosas experiencias se relatan en las entradas "Cumpleaños" y "Joaquin Sabina en Bogotá".

Pero ella, Alejandra, mas allá de su simpatía, no me regalaba ni un pensamiento ya que prefería a los poeticas estudiantes de literatura, a los hippies intelectuales, a los aprendices de chamanes, a los diletantes poetas malditos que rondaban en aquellos años el medio bohemio universitario bogotano. Alejandra me traía loco, ayudada además por las ganas de borrar la presencia de Carolina en mi vida. Alejandra era la chica que no me paraba bolas en "Galería Café y Libro". Fuimos a ese recital algunos alumnos de la clase porque uno de los compañeros recitaba y nos invitó.

Entre números, bases de datos y modelos matemáticos la poesía de Jose Emilio Pacheco llenó de vida, alegría, esperanza e ilusión mi maltrecha vida interior. Llegué al final de ese semestre con mi tesis de grado prácticamente configurada, las ilusiones renovadas, la esperanza renaciente y la fé ciega en que los buenos tiempos se avecinaban en mi vida. Y fue así, por algunos meses. Gracias a la poesía de Jose Emilio Pacheco (y de otros poetas más) llegué al final de ese semestre sintiendo que estaba en pleno renacimiento, pero sin Alejandra, que se había ennoviado con un man más mayor, ya rondaba la treintena, que sabía hablar muy bien y vestía como poeta callejero. La dosis de buena energía surgida de ese renacimiento poético surtió efecto al poco tiempo ya que conseguí mi primer trabajo como ingeniero sin terminar aún la carrera. Recuerdo con claridad que en aquel entonces pensaba que "todo habría sido perfecto si Alejandra estuviera conmigo".

Sin embargo, como tantas veces lo ha escrito Jose Emilio Pacheco en sus poemas, la palabra siempre se cumple. Años después Alejandra me entregaba sus besos y su cuerpo, muy cerca de ese lugar donde por primera vez escuché la poesía de José Emilio Pacheco. (Alejandra, con tu cuerpo en mis manos, con mi cuerpo entre tus piernas, no paré de repetirte al oído: "Alejandra: la rosa, el sol, el lirio y la paloma...")

Y esa noche, la noche de nuestra conmovedora y efímera pasión, no pude evitar recitarle este poema que memoricé con la ilusión de decírselo a ella (con el prefacio de W.H. Auden incluído):

OTRO HOMENAJE A LA CURSILERIA


Dear, dear!
Life´s exactly what it looks,
Love may triumph in the books,
Not Here
W.H. AUDEN


Me preguntas porqué de aquellas tardes
en que inventamos el amor no queda
un sólo testimonio, un triste verso.
(Fue en otro mundo: allí la primavera
lo devoraba todo con su lumbre)
Y la única respuesta es que no quiero
profanar el amor invulnerable
con oblicuas palabras, con ceniza
de aquella plenitud, de aquella lumbre.

Después de hacer el amor hasta el agotamiento, recibimos el amanecer, recitando los dos éste poema, poema de nuestra despedida:

MIRAME Y NO ME TOQUES

¿Cómo podría explicar Las Soledades,
concentrarse en Quevedo, hablar de Lope
si en vez de alumnas tiene ante sus ojos
(con permiso de Heine y de sus clásicos)
la rosa, el sol, el lirio y la paloma?

En la inmensa y arrolladora multitud de significados que surge de la extensa obra de Jose Emilio Pacheco, los que no soportamos la mierda uribista que se apodera de Colombia encontramos refugio en poemas como éste:

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.


INDESEABLE

No me deja pasar el guardia.
He traspasado el límite de edad.
Provengo de un país que ya no existe.
Mis papeles no están en orden.
Me falta un sello.
Necesito otra firma.
No hablo el idioma.
No tengo cuenta en el banco.
Reprobé el examen de admisión.
Cancelaron mi puesto en la gran fábrica.
Me desemplearon hoy y para siempre.
Carezco por completo de influencias.
Llevo aquí en este mundo largo tiempo.
Y nuestros amos dicen que ya es hora
de callarme y hundirme en la basura.


UN MARINE

Quiso apagar incendios con el fuego.
Murió en la selva de Vietnam
y en vano.


EL CENTENARIO DE RUBEN DARIO (1867-1916)

Sólo el árbol tocado por el rayo
guarda el poder del fuego en su madera

El tiempo pasa y el poeta Jose Emilio Pacheco estará de nuevo en Bogotá, en la próxima Feria del Libro de Bogotá que se realizará en agosto. Por supuesto que iremos a escucharlo. Aquí, en la Bogotá Subterránea, lo recibiremos con los honores que merece un gran poeta cuyos versos nos ha ayudado a los bogotanos subterráneos a soportar estos años oscuros que estamos padeciendo en Colombia.

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