El fin de semana pasado una compañera organizó una reunión. Va a tener un niño (o niña) con su esposo, entonces la reunión era para que lleváramos regalos para el bebé y celebrar la buena noticia. Ellos tienen un hijo, ya grandecito, que va a entrar al colegio. Uno de los temas de conversación fue el asunto del colegio, ya que han ido a algunos buenos colegios pero han rechazado su solicitud. Tristes y sorprendidos por el asunto, no podían creer que en ciertas instituciones cuente mucho el apellido y los antecedentes para recibir a un niño. Claro, ellos hablaban de algunos colegios demasiado exclusivos, muy exclusivos, pero no dejaba de ser triste ya que ellos son gente normal, que trabajan duro y estan luchando por sacar adelante una familia, que no es fácil. Pero también es cierto que están cayendo en otra de las costumbres mas estúpidas que tiene esta sociedad bogotana y colombiana: el arribismo, aparentar lo que no se es, querer estar cerca de la supuesta gente bien, caer en el criterio de las estratificaciones de los seres humanos ... ¿para que eso?... para poder mirar por encima del hombro, como dicen. Algo inútil. Por ejemplo: ¿cuántos presidentes de la república no han salido de esos colegios? ... y miren lo que han hecho.
Me daba pena verlos tan aflijidos pues todo padre quiere lo mejor para sus hijos. Esta sociedad vive del apellido y las relaciones, y cuanto mas se acerca uno al olimpo de las familias selectas que son dueñas de este país la cosa empeora. Hay gente obsesionada con pertenecer a las clases altas, así sea a punta de apariencia, pues finalmente allí hay belleza, clase, distinción, fama y por supuesto, dinero. Pero bueno, con plata se arregla todo. Yo me pregunto, por ejemplo, ¿que piensa uno de los jefes del departamento de ventas, que se gana unos 12 mil dolares al mes?. Mucha plata. Y ni se diga del dueño de la empresa, que se debe ganar el doble. Aunque son personas amables, a veces se nota que se marean por tener tanto dinero.
Como a las diez de la noche me fuí. Salí con Santiago, ingeniero del departamento de ventas. ¿Y que va hacer ahora?, me dijo. Nada, para la casa, le respondí. Acompáñeme al casino, me dijo. Nunca he sido amante del juego, como decía mi abuelo, el juego es la perdición. Voy pero no apuesto, le dije. Camine, acompáñeme. A pesar de que quería llegar a mi casa a escribir, lo acompañé. Santiago es un buen compañero, un man respetuoso, claro, con sus dosis de arribismo, pero bueno, nadie es perfecto. Nos hemos hecho buenos colegas gracias al equipo de fútbol. Su novia es una ingeniera que conocí en un trabajo que tuve hace tres años, una mujer que yo consideraba, en ese entonces, muy peligrosa, pues era ambiciosa, interesada, y claro, muy bella, o mejor dicho, buena, y sabía aprovechar muy bien estos atributos. Toda una culebra, tiene un apellido inolvidable, pero aquí sólo escribo su nombre: se llama Martha. De sólo escribir su nombre siento corrientazos por el cuerpo. La recuerdo muy bien porque vivía obsesionada con el cantante Luis Miguel, a un nivel irracional. No podía verlo en televisión porque entraba en shock, como toda una adolescente, deliraba. Soy testigo de que una vez lloró al verlo en una entrevista. La mujer se muere, o se moría, por el man. Pues ella y Santiago estaban peleados hacía algunos días. Ella estaba en México, me dijo Santiago, en un viaje de trabajo. La discusión que tuvieron parece que fue por asuntos de plata, y no se hablaban desde hacía unos días. Que cagada.
Llegamos al casino, mi compañero cambió dinero. Muy pronto una niña nos atendío y nos premió con sendos vasos de whisky. Santiago empezó a jugar cartas, 21. Empezó a perder. Yo prefiero estar lejos de eso ya que los números son mi obsesión, mi perdición, entonces sólo observaba. Una hora después Santiago ya había perdido 200 mil. Me dijo que no tenía efectivo, que si le prestaba. Lo siento mi hermano, le dije. Santiago es de familia costeña y bueno, yo prefiero tomar mis precauciones. Ademas es reconocido el viejo truco de que es mejor apostar con la plata del amigo. Le tocó sacar la tarjeta de crédito.
Yo me fuí al bar. Pedí un Dry Martini, un trago realmente bueno. Ya estaba sintiendo las ganas de irme de rumba. Pensé en llamar a Diana, una amiga a quien le debo una invitación a bailar salsa. En el bar me pareció ver un rostro conocido. Me acerqué. Un hombre rubio, parecido a Sting, conversaba con alguien que parecía ser el dueño del casino (eso parecía por los hombres que lo acompañaban). El hombre rubio se parecía a un viejo amigo, Ivo. Me alejé. Llamé a Diana, pero no contestaba. Ya era tarde. En ese momento alguien me puso la mano en el hombro. Era el hombre rubio, que se parecía a Ivo. Pues el hombre era Ivo.
La alegría fue enorme. Conocí a Ivo hace cinco años, en Perú, en un pequeño hostal de Arequipa, ciudad de verdad hermosa, con un volcán de nieves perpetuas que decora su paisaje, el Misti, hermosísimo. Además es la ciudad natal del escritor Mario Vargas Llosa, a quien en aquellos tiempos yo le profesaba una admiración sin límites, casi igual a la de Martha Chavez por Luis Miguel, jajajaja (ya dije el apellido, que cagada). En la corta temporada que pasé en ese hotel nos hicimos buenos amigos. Ivo llevaba dos meses viviendo allí. Estaba viajando desde hacía seis meses, venía del norte, bajando desde Canadá. Teníamos una obsesión común: los números, obsesión que yo había convertido en mi profesión y él en su pasatiempo. Ivo era un jugador consumado. Trabajaba en Suiza (Ivo es Suizo), en un banco, y claro, ganaba mucho dinero. Estaba en un largo período de vacaciones ya que llevaba diez años trabajando, sin descanso.
¿Y que hacía en Colombia?. Pues lo habían invitado. Estaba en Brasil, en Sao Paulo. En el hotel donde se hospedaba conoció a un colombiano. Se hicieron buenos amigos. Fueron a la carrera de fórmula uno, Ivo se reía porque le apostó a Montoya, aconsejado por el colombiano, y ganó. Luego vino la celebración y al final el colombiano lo invitó a Bogotá. Ese colombiano es el dueño del casino.
Que alegría que mi amigo estaba en Bogotá, Ivo, que personaje. Conversábamos en la mesa cuando el dueño del casino, llamado César, regresó. César es un hombre de unos cuarenta y tantos años, un tipo simpático pero con la dureza que debe tener una persona que es dueña de un casino. Y claro, con guardaespaldas. Ivo me presentó, César muy amable, me invitó otro Dry Martini. Conversamos un rato, sobre la carrera de Montoya, los colombianos que viajaron, la emoción del automovilismo, la celebración, en fin. Luego reiniciaron un tema que venían conversando, un asunto de negocios. Me sentí incómodo por escuchar algo que no me correspondía, entonces dije que iba a ver cómo estaba mi amigo, y me fuí.
Santiago estaba perdiendo plata. Había ganado algunas veces, en una de esas se ganó como ochocientos y se puso a apostar y ahora de nuevo estaba en la racha de pérdidas. Me dijo que esperaba recuperar lo perdido y listo, que no apostaba más. A mí los Dry Martinis ya me estaban haciendo efecto. El hombre volvió a ganar. Estuve un rato con él y luego volví al bar, por otro trago. Ivo estaba sólo, me llamó y me dijo que iba a apostar. Ver apostar a Ivo si que era un espectáculo. En Lima lo acompañé algunas noches al casino, pues él quería enseñarme algunos trucos y de verdad era sorprendente la técnica que tenía para las apuestas. En aquella época siempre paraba cuando se acercaba a los mil dólares de ganancia. Aunque algunas veces perdía, claro, cuando iba perdiendo quinientos dólares se retiraba.
En seguida me pidió un favor: no tenía mucho efectivo y no podía usar la tarjeta de crédito allí, pues era americana, que si le podía prestar dinero. Mierda ... que difícil ... bueno ... ¿que podía hacer? ... a Santiago no le quise prestar ... en fin, a Ivo lo conocía ... ¿lo conocía? ... bueno lo había visto apostando ... en fin, que tomé aire y le dije: no tengo mucho. ¿Cuánto tienes?. Glup: tenía cuatrocientos mil pesos en la billetera y cien dólares, nada más. Mira, te puedo prestar la mitad de eso, le dije. Yo te lo pago, préstamelo todo ... me miró serio el hombre, como diciendo, ¿no me vas a prestar después de todo lo que te enseñé? ... en fin ... pues le dí todo lo que tenía en la billetera.
Me sentí mal, pero bueno, ni modo. De una me hice a la idea de que esa platica la había perdido. Por lo menos el mesero me seguía ofreciendo Dry Martinis, imagino que porque me vió conversando con César e Ivo. Un momento después Ivo estaba en la mesa, jugando 21. Santiago había perdido de nuevo. Me dijo que se retiraba, al final había perdido como setecientos. Ivo empezó a jugar y a dar espectáculo. Al momento llegaron a la mesa de apuestas dos mujeres y lo rodearon, ambas eran rubias, una parecidísima a Naomi Watts, y la otra, una mujer que estaba bronceadísima. Ambas muy bellas. Las dos abrazaron, lo enredaban con los brazos. Ivo se reía.
¿Que pasó?. Ivo ganaba y perdía. Santiago estaba asombrado con él. Claro, Ivo es de verdad un virtuoso de las cartas, sabe jugar muy bien, bueno, el secreto es que sabe contar cartas, pero lo hace rapidísimo, además tiene una forma de estructurar el juego muy bien planificada. El hombre sabe muy bien todas las técnicas para apostar. En un momento apareció de nuevo César y se puso a observar cómo jugaba Ivo.
Ivo estuvo apostando casi hasta que se cerró la mesa. Al final, por supuesto, el hombre ganó. ¿Cuanto?. No lo sé. A estas alturas de la noche Santiago se había hecho buen amigo de la rubia bronceadísima, que resultó brasilera. La otra, Naomi Watts, parecía ser la novia de Ivo ya que lo abrazaba, lo besaba y le traía bebidas.
Mientras salían los clientes del casino fuimos al bar. Había una botella de whisky en la mesa. Yo ya me sentía bien mareado. Nos sentamos. Ivo se reía, cómo no. Al su lado Naomi Watts fumaba, tranquila, y comentaba con él sobre la apuesta. La brasileña, llamada Renata, conversaba animadamente con Santiago. Le conté a Ivo lo que había sido de mí durante éstos años, y lo que soy ahora, después de tantos ires y venires por este mundo vagabundo, ya en la vida normal y sedentaria, con un empleo fijo y estable. Se interesó mucho por la especialización que hice y lo que hacía en el trabajo. También por el modelo estadístico que trabajé en mi tesis de pregrado, que retomé en la especialización. Y él también me contó lo que había hecho. Ahora vivía en New York y tenía sus negocios, derivados de su experiencia en el banco donde trabajó. Ivo me dijo que le interesaba mi perfil. ¿Mi perfil?. Yo estaba bien mareado por el trago y además seguía bebiendo, por lo que me imaginé que eran vainas de tragos, pero claro no me daba cuenta de que Ivo no estaba tan tomado.
Al rato llegó César. Ya el casino estaba cerrado, sólo quedábamos nosotros. Dijo que desde ese momento no podíamos salir. Me pareció una broma pero no resultó tal, ya que un momento después Santiago, ya bastante bebido, dijo que se iba y César, sonriente, le dijo que no. Que sólo salíamos hasta el amanecer. Y para que la gente no se aburriera ordenó que pusieran música para bailar. Santiago, nada molesto, se puso a bailar con Renata. Ivo me pidió que bailara con Naomi Watts, que en realidad se llamaba Sara. Entonces bueno, pues me puse a bailar con ella mientras Ivo y César conversaban. Ella era muy simpática, bailaba muy bien salsa, había aprendido en Cuba. Me sorprendió que una gringa pudiera ir a Cuba, me dijo que no era fácil, pero que se podía ir por una ruta que pasaba por México. Renata era su mejor amiga y también vive en New York. Luego nos sentamos y seguimos conversando, muy interesante, sobre New York, Cuba, el cine, de todo. Terminamos conversando todos, se habló del cine colombiano, César bien interesado, cosa que me sorprendió, como queriendo invertir dinero en una película. Me sorprendió aún mas que el hombre era un apasionado de la obra de Edgar Allan Poe. En fin, una conversación muy agradable. ¿Y Santiago?. Pues ya andaba bien acaramelado con Renata. ¡Ay las brasileñas que apasionadas son!. En un momento de la conversación Ivo le dijo a César, refiriéndose a mí: le presento a uno de nuestros candidatos.
Yo ya estaba bien borracho. Salimos como a las seis de la mañana. Habían llamado a unos taxis. Santiago rápidamente subió a Renata a uno de los taxis, se subió él y se despidió, así, sin decir ni mú. Cuando me iba a despedir de Ivo el hombre se metió la mano al bolsillo y me entregó un fajo de billetes. Gracias, me dijo, amigo, que bueno verte de nuevo, me alegra verte así de bien, me dijo (el hombre estaba un poco tomado). Yo me despedí de César, que vuelva por acá, me dijo. Me despedí de Sara, quedé de encontrarme con ellos esa semana para cenar, antes de que se fueran, me subí al taxi y me fuí.
La sorpresa vino al pagar el taxi, pues Ivo me había dado un buen fajo de billetes donde había mucho mas de lo que yo le había dado. Al día siguiente lo llamé, para decirle que cómo me iba a dar todo ese dinero. El hombre se reía, ¿te acuerdas de Lima?, me dijo, por los viejos tiempos. Me preguntó si me interesaba trabajar como corredor de bolsa, manejando un portafolio de inversiones. Yo le dije que no tenía mucha experiencia en eso (no tengo nada de experiencia en eso, sólo lo que estudié y practiqué en la especialización), que sabía la dinámica del asunto, nada más, pero que esos modelos estadísticos no los había practicado mucho. Me pidió que le enviara una hoja de vida, traducida, para el lunes, para el día siguiente.
La envié. Ese día nos encontramos para cenar. Para mi sorpresa se apareció Santiago, muy amoroso con Renata. ¿Y Martha?. Pues llegó y no se que va a pasar pues Renata lo dejó loco. Volviendo a la cena, en un momento Ivo me pidió que le presentara una propuesta de portafolio de inversión para un determinado capital inicial. Que se lo enviara cuanto antes. Nos despedimos con un gran abrazo, con alegría por el reencuentro.
En esas, preparando la propuesta, estuve ocupado el resto de la semana. El jueves presenté el portafolio. El viernes me llamó un empleado suyo, desde New York, me dijo para que le haga algunos arreglos al portafolio. Los estoy haciendo, pero estoy asustado pues no pienso dejar el trabajo que tengo. He tenido mucho trabajo, estas dos semanas han sido duras, con muchas cosas por hacer y haciendo muchas cosas, casi no duermo, por esa razón no había podido escribir... por esa razón escribo esto mal y a la carrera.
¿Que voy a hacer si me sale ese trabajo?. No sé... trabajar con dinero no deja de parecerme pernicioso y además me gusta el trabajo que estoy haciendo y me pagan bien, y practico más la ingeniería que la estadística, pero todos los conocimientos que adquirí en la especialización los pondría en práctica en toda su plenitud si trabajo con Ivo, aprendería mucho y tendría un mejor salario . Qué dilema... le pediré claridad e iluminación al yajé en la toma de éste fin de semana, a ver si me ayuda a tomar una decisión.
Que buen relato, me deja pensando muchas cosas.
ResponderBorrar1- En el Jugador de Dostoievski,tenia el mismo tono, la misma ansiedad.
2- Joder. En serio la clase media desperdicia 700 lucas asi por que si? UNa vez aposte en el casino en la ruleta al rojo y negro que es lo menos peligroso (me parece)
Gane 35000 lucas que es buena plata para mi. Tambien he perdido, 15 si no estoy mal. puede parecer poco, pero para mi no lo es.
3- Apostar en la bolsa tambien tiene sus riesgos no? Pero supongo que uno tambien puede hacerse buen billete en eso.
Cuanto es la minima inversion?
4- Largarse de aqui!! seria buena cosa, quizas en unos años podria volver aca y escupirle hasta a su jefe y sus 12 mil dolares. YO lo haria, pero mi carrera no es de las que dan plata.
saludos
Gracias por el comentario. Pues si, mis colegas se pueden gastar en el casino esa plata, porque ganan bien, la industria química es bien paga. Hay colegas que en una rumba se gastan mas de un millón, soy testigo, claro, agunos trabajan en USA otros tienen buenos empleos aquí. Por aquí hay mucho dinero ... sólo hay que buscarlo... gracias por el consejo.
ResponderBorrarQue el yajé t ilumine entonces. Y que, efectivamente, sea lo que más te convenga.
ResponderBorrarYo nunca he entrado a un casino pero siempre me ha dado curiosidad saber como es por dentro. Cuando cumplí 18 (hace ya un tiempito) me propuse ir a uno por puro desparche, a mirar, pero finalmente nunca lo hice.
Se me olvidaba: la inversión mínima para tener un buen portafolio de inversión es de unos cinco mil dolares, que es una cifra que da margenes de operación aceptables. Algunas compañias aceptan inversiones desde dos mil dolares.
ResponderBorrarEl dinero mueve al mundo, y lo somete. Para mi es uno de los más grandes iconos de esclavitud, entre más se tiene más se aspira tener, así que si es por ambición o por la espectativa de ganar más, yo no cambiaría la "estabilidad" que tienes por una espectativa que tal vez te haga infeliz en un futuro. O eso creo yo...
ResponderBorrarTambién me acordé de Fiodor Dostoievski al leer este post.
Me llama mucho la atención las apuestas, así que mejor no me arriesgo a entrar a un casino porque a lo mejor ahí me quedo adicta al juego.
Saludos
QUe vacano volver a tenerte por acá después de tu ausencia...
Que interesante.En lo del arribismo tiene razón, es vanidad. Y pues el resto de la historia, no sé, yo pensaría bien las cosas, y si no tiene mucho que perder o dejar acá,hágale;aunque el post es de hace como 2 semanas, no sé que habrá pasado. Qué estudió usted? A mí la estadística también me agrada bastante, aunque soy consciente de que tengo mucho por aprender.
ResponderBorrarSuerte.
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